sábado, 12 de junio de 2010

Detrás de las Miradas

Rodrigo Alarcón


Detrás de las miradas, el sitio ausente, detrás de las palabras, el sonido extinguido, detrás de la piel, la derrota de los sentidos.


En la ciudad cantan las estaciones, pero nadie corta las flores, hay una multitud de miradas sin retorno y un gran baile de pasos confinados. En la ciudad sólo la soledad es inmensa.


No vivimos más que el mismo día; el sueño insondable de la tragedia; el naufragio de la existencia., los deseos y los temores agazapados en el hueco de la vida.


Náufragos en medio de nuestras cabezas, abandonados y hambrientos hemos comprendido que el amor se ha extinguido.


Estériles de luz, ya no podemos ver más que soledad y dolor.


Nos arrastramos en parajes indolentes, viajamos como pájaros sin piel hacia un destierro de metal.


El día se abre no con los ojos, sino con el recuerdo de nuestros sueños. Avanzando por la rutina de nuestros pasos, en medio de la ciudad inmensa en su soledad, desciframos los arcanos de nuestros deseos y nuestros temores; en nuestros sueños habitan los fantasmas del día. Deseamos amor, contacto, piel, tememos el arrasamiento de todo que nos deje al medio de la soledad más absoluta; tememos en definitiva que la fascinación insondable quede desnuda en su pobreza durante nuestro rutinario día.


Estamos solos en medio de todo, pero también dentro de nosotros, náufragos. Estériles de imaginación, estamos tan imposibilitados de ver al otro, de comunicar con otro, que ni siquiera nuestro vuelo imaginario es capaz de reconciliar a dos seres. El amor se ha extinguido.


Una muerte que vuelve todo indiferente, se pierden los paisajes donde la luz hacía emerger humanidad; arribamos como condenados al mundo “de metal”, donde nuestro sufrimiento es artificial y nuestras emociones un enlace a ningún puerto; yo y el otro devienen en un componente más; la diferenciación de los seres, los paisajes, las emociones símiles codificados. Y no es que estemos en medio de un futuro ficción, sino que nuestra nueva “humanidad” es la fría metáfora de un cable axial.


Una cosa no se ha codificado en su totalidad: la memoria. El retorno.